Pesa tu mirada triste,
y tus pasos al andar,
¿como es que tù ancianito,
comenzaste a mendigar?
¿Fuè muy triste tu niñez?
¡ò còmo fuè tu juventud!
para merecer viejito,
que no tengas ni salud.
Con tus ropas harapientas,
pidiendo un poco de pan,
viviendo de las limosnas,
que las personas te dan.
Sentado en la banqueta,
miras la gente pasar,
con tu mirada triste y fija,
nadie sabe tu pesar.
¿Eras un niño alegre?
¿Eras un joven soñador?
¡dime por favor mendigo!
¿conociste el amor?
Arrastrando lento, llevas,
los pies en tu caminar,
la ropa malolienta tienes,
de tanto, tanto vagar.
¿Serà que tu voz es dulce?
¿o serà que no tienes voz?
¿serà que amas la vida?
¿serà que crees en Dios?
Mendigo que un buen dìa,
no puedan ya mirarte,
¡aunque no creas mendigo,
muchos habràn de extrañarte!
Cuando cansado de andar te sientas,
y nunca quieras ya levantarte,
ten por seguro mendigo,
que tu nombre habràn de preguntarse.
Crèeme señor de mirada triste,
con las ropas harapientas,
la gente preguntarà por tì,
¡al no verte en las banquetas!