Páramo del tiempo mostrándose perenne
pretendiendo eterno mi momento a tu lado
en agraciados follajes, donde vivir concierne
en el jardín de los corazones enamorados.
Tu semblante feliz hermoseaba tu rostro
son pétalos de rosas con aroma en el aire,
en presente brillaba en ese cariño nuestro.
Uníamos con las manos vida con donaire.
Fuiste siempre y eres, una luz en mis días,
humedad, llama y fuego de sueño sensato,
al impetuoso océano le diste calma y melodía
cuando cantaban las aves, yo silbaba garabato.
Vi el umbral de la gloria con mil fortunas,
pensaba deleitarme en duradera pasión
y cantar a nuestro niño canción de cuna,
mientras vibrase voces en nuestro corazón.
Soles se cruzaban en mi iluminada ventana
el sol real y los de tus ojos que me quema,
la sonrisa eterna de tus labios toda sana
brillantes de miel, ahuyentaban las penas
Ahora solo quema el sol en la tarde
mientras yo voy rememorando historias.
En la distancia tengo un corazón que arde
pero feliz, pues pienso hallarte en la gloria.
Autor: Alcibíades Noceda Medina