No soy dueño
de tus sueños,
alejado de tus pasos
y anhelos,
vago ciego
hasta que te veo
a lo lejos
y digo, que bello.
Es tu semblante
que se resquiebra
con ternura,
y tu hermosura
comuna perfecta,
silueta elegante
y tan parlante
como coro de aves.
No soy dueño
de aquella llave
que cerro tu sentir,
déjamelo abrir
con estas palabras
que ingratas
me hacen ver,
que muero.
Sin ti
y sin tu pelo.
Ven a escribir
en mis cuatro paredes
tu corto nombre,
en mi cuerpo
con un tatuaje
tintado a besos,
escoge el color,
carmín o cerezo.
No soy dueño
de nada y tu de mi,
al pensar en ti
me hago pequeño,
para entrar así
despacio en tu cuello,
con un lento murmuro,
y para un fin
convierte tu presente
en mi futuro.