Deseo caer.
Caer en este día sin mañana,
caer como el pensamiento
en las entrañas de mi conciencia,
caer en el tumulto fugaz,
creando ponientes afilados
en las llagas de tu canto otoñal.
Caer como las gotas de rocío sobre las pámpanas,
caer en la idea que se plasma en tu figura vacía,
caer en el tardecer mustio, con el regocijo
del agua revuelta sobre tus brazos enjaulados,
caer en el rebaño de tus sueños y abrazos.
Caer en las únicas preguntas sin afirmación
proclamadas a los cuatro vientos del universo,
caer con mirada senil, caer con plácido concejo.
Caer en la lujuria tantas veces señalada
en el redoble de tus celos, mientras tanto,
imperas sobre el desorden de caer borrando
los caminos para que no te encuentre.
Y ahora, cuando parece que el alma se refugia
en el decoro de tu sinceridad y esencia,
se entrelaza la visión del ánimo consentido
en la inocencia de la nostálgia armónica.
Y ahora que agacho mi cabeza sobre tu herida,
vuelvo a caer en el margen del alivio,
por donde siempre anduvo la idea
de teberte cerca y poder besar tus labios,
emborrachándome del carmín de tu sementera.
Caer, en la memoria de tus recuerdos,
caer en el presente, caer en el futuro,
simplemente caer,
en tus abrazos esperando tus besos.