Perdido por la selva, en soledad,
enloquecido de tanta belleza,
las aguas son de incienso,
los árboles regalan humedad
de yeguadas en celo.
Las hembras de los pájaros
desnudan los arroyos de sus ropas
y rompen el silencio
con su volar artístico.
Fuego y concupiscencia,
apareció, manzana de lujuria,
el espejo divino
del rostro de una niña seductora,
dándome la manzana
en sus manos de nieve...
Tenía que acercarme
sólo por ver si un sueño
de mis deseos era,
o si era la manzana
que decían traer una muchacha
que enseñaba un redondo seno blanco
y hacía con su lengua jugueteos,
hechizos y conjuros.
Qué color en su piel,
qué brillo el de sus curvas...
qué apetitosa carne,
qué manjar más divino...
Y después comentó que había que irse;
y me fui tras sus pasos, deseoso.
A donde me llevara la manzana,
allí iba detrás,
porque me convertí en un pobre esclavo
del agua que mojaba
la espalda de su cuerpo,
del agua que enredaba su cabello.
En aquel paraíso
de camelias salubres
y de salubres frutas de erotismo,
gocé de los licores de la vid
mojando sus caderas, curvas divinas,
campanuda desnudez apretada.
Con la tarde venía la manzana,
la manzana venía en el crepúsculo,
con la luna venía la manzana,
la manzana venía con el alba:
cabello, rostro, faz,pechos y fuego...
NO PUDO REPRIMIRSE MI DESEO.