Del salón, encima la repisa
que sirve de aparador,
silencioso y sin prisas
notábase un televisor.
Ese sutil metraje que esboza
los simples dibujos recalentados,
con imagenes que todavía gozan
más, en su ridiculo triplicado
¡Cuantas veces la razón repite:
Qué mala es la programación,
que sólo vale de alambique
a tontos y lamentación.
Por darle nombre, dicen televisión,
por enseñar, que podría ser cultura
más en su nombre guarda la lección
tanto, que lo que brilla es basura.
Del salón, encima la repisa
en silencioso monocolor,
cubriendolo el polvo de esta guisa
dormita mi televisor.
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