El quejio del viento llama mi atención
hacia el mar profundo y lejano,
yermo...
Bajo el empíreo, de un azul grisáceo,
la bruma espesa oculta los náufragos yertos,
que emiten lamentos desconsolados.
El quejío del viento y el cántico monótono
de las olas auguran un atardecer trémulo,
funesto, aciago...
Sobre el ámbito marino de un negro azulado,
los brazos bailan un tripudio descontrolado.
El quejío del viento se agrava
con la marcha del Sol de invierno,
vistiendo de luto las vastas y doradas playas,
desiertos...
Bajo un manto de negro terciopelo,
el hombre verdadero pisa con su piel cobre
tierra prometida, entre cadáveres,
víctimas, muertos...
El quejío del viento menosprecia la flor blanca,
como la mano que la porta,
desesperado, asustado, lleno de miedo...
Sobre el montículo de arena, ve la carretera
a lo lejos, horizonte de futuro hacia el consumo
vacío, de Naturaleza muerto.