Poeta que estimas cual arrogancia medre
Estos campos de arcilla, pisados con esmero,
Que compones tus finas notas
Bajo la sombra del piano.
Ahí está lo que fue: el olor al verso
Arrasada por las aguas del sueño,
Afinando sus oídos a la figura extinguida,
Bajo la sombra de mi lecho.
Traigo conmigo hojas y cuadernos,
Sangre de dolores enterrados,
Taladros que minan los ojos
Desde el fondo de la tierra; versos,
Que diseñan su figura desde los dedos.
No volveré, del fondo delas rocas
A tiempo de silenciarlos pecados,
A las hachas de brillo
De la boca muerta.
Como si tuviera, en mi pecho
En mi mano,
La edad ciega del cincelar de los rayos;
Los amores derramados sobre el eco
De unos moribundos gritos
Crucificados en las piedras.
Y el sueño de las distancias,
Tristeza en la médula del alma,
Nidos y ramas; hogar de empañadas lágrimas,
Enterradas en la gran tumba de la noche
En un inmenso cielo estrellado.
Hoy mi pecho, siente la carne podrirse,
Al coqueteo vertiginoso del verso; poeta,
Que finges ser dueño de las letras; de mis letras,
Que me haces sentir el amor de los pájaros
Picotear las entrañas.
Esfinges ser el holocausto
Enlos acantilados de la muerte,
El hijo del fondo de la tierra,
El arma con forma de flecha
Que atraviesa la piel con la voz lenta y triste,
Como una invasión en el pecho
Que forja una armadura
De acero y porcelana.
Cuando me siento triste, siento lejana,
La figura que camina tras la fuga de esperanzas
entre dos montañas.
Y la mitad de la luna, venida de tan lejos,
Se acueste entre las sabanas de mis pestañas;
Debajo del cielo.
A ver cuantas estrellas, iluminan las hojas blancas
Del delirio de un incendio.
Es hora de seguir otro camino, donde haya sonrisas,
Tormentas que anuncienla llegada del invierno
Con los ojos abiertos entre el rocío.
Poeta, para mi corazón basta tu pecho,
La ilusión de un nuevo horizonte
Llene de sueños mi boca,
Y retumbe el viejo camino
De mis voces y ecos.
Recorriendo el atlas, los cielos entre versos,
Volando con alas de un pájaro muerto,
En los olvidos de mi ávida mente.
Y de pronto el viento aúlla
Se desviste la lluvia, tu nombre con letras de humo,
Se disuelven en una red cuajada de peces sombríos.
El viento lucha con la fuerza de los hombres,
Tú estabas aquí, hasta el último grito,
Ovillando la extraña sombra de tus ojos
En el galope que mata mariposas,
En el arder de los labios,
Entu cuerpo de nácar
Que creo el universo. Poeta; quiero hacer contigo,
La desembocadura delrío
Cuando las letras; versos,
Se plasmen en las hojas
De un recitar perfecto.