Sólo Dios es "para siempre",
es eterno, intemporal;
sólo Dios es Omnisciente,
y estará siempre presente,
sin principio ni final.
Toda cosa es pasajera,
efímera, irrelevante;
pasará la Tierra entera
como ilusoria quimera,
con todos sus habitantes.
¿Y el Hombre?
El Hombre es un ser mortal,
tan pequeño y vulnerable;
poco más que un animal
y, por lo tanto, dispensable.
El Hombre y sus ambiciones,
su existencia, sus pasiones,
todo se acaba y culmina
después de absurda rutina
y se extinguen sus posesiones.
Tantos planes y esperanzas,
tanto orgullo y alabanzas,
tantos esfuerzos y honores;
tanta lucha y sinsabores
y un tiempo que nunca alcanza.
Sólo Dios es "para siempre"
y es absurdo ambicionar
y eternizar los momentos,
los días y los pensamientos,
todo tiene su final.
Sólo el alma sobrevive
a nuestra efímera existencia,
es la divina presencia
que conforma nuestra esencia
en este mundo terrenal.-