Hoy caminé por la acera en la que un dia,
mi niñéz despreocupada jugueteara;
donde se hizo algun raspón en la rodilla,
y tras de un breve llanto, lo olvidara.
Evoqué esa infancia con zapatos rotos,
amplia sonrisa, limpio corazón y sucia cara.
La acera que hacia eco de los pasos,
de mi padre al volver de su trabajo.
Por la que tantas veces me empujara en bicicleta,
para alcanzar mis sueños, calle abajo;
Hoy la cubren miles de hojas del otoño,
como tántos, los recuerdos que me trajo.
Esa acera me vio cada mañana,
de la mano de mi madre, presuroso hacia la escuela.
Aun metiendo una manzana en mi mochila,
y aplacando mi rebelde cabellera.
Sus bloques de cemento me dijeron en silencio,
que como ágil golondrina, el tiempo vuela.
Me detuvo la nostalgia en esa acera,
donde la lluvia tecleaba una canción,
la noche en que mi hermana, entre las sombras,
se fugara en busca del amor.
Recordé el enojo de mi padre,
y de mi madre su llanto y su oración.
Pude ver en mi banqueta bajo un árbol,
mi adolescencia dando un beso primerizo.
me vi nervioso, por no saber pedirlo,
robarlo a una chiquilla sin aviso.
Vi sonrojarse las mejillas de esa niña,
podría jurar que la quise y que me quiso.
Cuando aprendí a volar, vi de otra forma,
aquella franja gris que era mi acera.
Ya entonces representaba la frontera,
de un mundo en libertad y uno de normas.
Afuera el chico audaz y aventurero,
y adentro el joven, que aun limpiaba las alfombras.
Volvi a la realidad, al darme cuenta,
que la gente al mirarme murmuraba.
Les era extraño contemplar a aquel hombre,
suspirar, entornando la mirada.
Comencé a andar, llevando la certeza,
de que volveré aqui, quiera o no quiera.
Vendré a buscar, debajo de esas hojas,
recuerdos que aun quedaron en mi acera.
¿Donde estas que ya no escribes? ¡ dinos que ha sido de ti!, es quizas que no pecibes el vacio que hay aqui.