Paseo por el Ebro

PASEO POR EL EBRO

Hacía bastante rato que las sombras se adueñaron delhorizonte,

lo avanzado del otoño hace quelos días sean mucho más cortos

 y nostálgicos.

Mis pasos me llevaron, como si fuera un autómata, al

paseo por la ribera del Ebro.

 El camino está iluminado por unas farolas que emiten una luz,

que solo pudo ser elegida por un genio de la iluminación

, ya que no le quita al entorno ni un ápice de ese aire de campo

 y de plena naturaleza.

 El otoño en ese momento es espléndido y exuberante,y hace

 que los vestigios de la ciudad desaparezcan por momentos.

El camino casi se borra, entre las hojas caídas de los árboles,

que lo alfombran casi por completo. Los árboles y arbustos se

inclinan y modifican el entorno, hasta hacer desaparecer los

edificios y elementos urbanos.

 Los colores y formas otoñales, potenciados por esa luz especial

de las farolas , crean un paisaje irreal, que me hace dudar si

realmente estoy allí en ese momento, si es solo un sueño, o es

 mi alma; que despojada ya de su envoltura terrenal , vaga por

 aquellos parajes, que tantas veces he recorrido.

Entre las árboles y plantas, pintadas por una paleta de

colores en los que abundan y reinan los marrones y tostados

del otoño; destaca un amarillo brillante y aterciopelado,

con un tono imposible de ser reproducido,y que tanto

me recuerda a ti.

De entre las siluetas de los troncos de los árboles, sobresale

 la corteza de un chopo, liso y sin imperfecciones que dibuja

una silueta femenina, que quiere recordarme a alguien.

 Entre las ramas, a veces desnudas de los árboles, se crean

formas; y en una me parece adivinar, un óvalo perfecto de un

rostro de mujer, que no acaba de llegar a mi mente.

  Las hojas caídas, las ramas, las flores marchitas; toda esa

naturaleza decadente e irrepetible, crea un elixir que impregna

y embriaga todo el ambiente, con un olor delicado, suave e

irrepetible. Esa esencia enajena mi mente y me evoca una dulce

presencia, que no termino por discernir.

De la perfecta calma del momento, surge una ligera y cálida

brisa; que al acariciar las hojas, como en un susurro, parece

decir un nombre, que no llego a descifrar.

 Sigo caminando en ese ambiente nostálgico y romántico ,

entre las sombras cada vez más nítidas del pasado, y la

suave brisa vuelve a hablar. Me paro, y disfrutando de ese

momento mágico y místico, presto mucha más atención,

y consigo descifrar lo que el viento me susurra: me dice tu

nombre….. Maite.