"¡SALVE!"
Virgen María de gracia llena,
inmaculada, blanca zucena
Madre de Dios;
deja que ufano y a tus encantos
entone mi alma los dulces cantos
y con agrado recibas los
castos piropos y sentimientos
que inquietos bullen por alabarte
y que se eleven mis pensamientos
ante el hechizo de los portentos
con los que quiso Dios ensalzarte.
Permite ¡oh Madre! que en la difusa
noche de insomnio donde mi musa
llega a dictarme coplas de amor,
emocionado por tu grandeza,
por la pureza de tu pureza,
por tu esplendor,
todo mi entorno de luz se encienda
y al invocarte llegue a la senda
de la verdad,
la misma, Madre, que recorriste
desde que al ángel el "sí" le diste
con humildad.
¡Qué hermosa eres!
Tú, la bendita entre las mujeres,
Tú, la sonrisa del Dios Amor.
Reina y Señora de mis anhelos,
vida y dulzura que da consuelos
al pecador.
Al escribirte la poesía
que brota pura del corazón,
la que desborda melancolía,
con la que imploro tu bendición,
cómo quisiera ¡Virgen María!
la transformaras en oración...
Heriberto Bravo Bravo SS.CC (Derechos reservados)