Qué lentas pasan las horas
mientras te encuentras "clavada"
a esa cama de hospital;
te tienen crucificada,
cruelmente martirizada,
con ese suero y las sondas
que te hacen desesperar.
Tu quietud está forzada
(completa inmovilidad)
y en la sala es el silencio
la condición obligada,
porque los demás pacientes
requieren tranquilidad.
No puedes leer, ni nada,
mucho menos escuchar
la radio o televisión;
y es así cada jornada
sin nada qué hacer, y el tiempo
parece no desfilar
por el callado aposento.
Qué lentas pasan las horas,
se agolpan los pensamientos
y se estiran los momentos
en lento peregrinar.
Callado, estoy a tu lado
haciéndote compañía,
sin saber que, al otro día,
ya no te veré jamás.
Ahora, con llanto, recuerdo
las imágenes tatuadas
con crueldad en mi memoria
y repaso aquella historia
de tu terrible agonía;
te recuerdo, madre mía,
mientras tú estás en la Gloria
y yo, continúo mis pasos
en amarga soledad.-
Eduardo Ritter Bonilla.
Domingo 31 de Enero del 2010, 4:10 A.M.