Es infinito el universo que deja, tras sus pasos,
una niña tocada por el sonido de una sirena
(un coche rojo y una escalera).
Los ojos azules de una mujer
me han disparado balas de aire
y disolución de un segundo.
La muerte está pegada a la punta de mi bolígrafo:
trazador de pasado continuo,
río de líneas y orador sin carne,
con huesos o estructuras.
Mi habitación está moblada
con vidrios, hojas enraizadas a la lentitud del [tiempo,
pasos, colores geométricos efímeros,
el funambulismo de una araña descolgándose del [techo,
agua de aire que inunda las calles,
y gravedad o hambre de la tierra:
orden con medida y fecha.
Mi espacio es madrugar para darle a mis manos
conciencia de que son manos,
más jóvenes que en otro lugar:
allí donde mi espacio sea más viejo.
Infinito es lo que quede después de mí,
y de todos, y de todo aquello tan lejano,
incluso de un hipotético fin.
infinita es la palabra infinito.