Siento el llanto que me corroe el alma,
siento la angustia que me quema por dentro,
siento ansias de volar como gaviota
y perderme lejos bajo el sol y el silencio.
Y es un extraño oprimir el que siento,
que mi corazón lo tengo sangrante y desgarrado
en un ir y venir de ansiedades,
el pecho lo tengo vilmente acribillado.
Acribillado de sueños, acribillado de ansias,
de ser y no ser, de nostalgias y llantos
de querer volar por el horizonte
libre como un ave, libre y sin quebrantos.
Y es que es aquí dentro, en el alma adentro
donde el potro indomable se vuelve salvaje
y quisiera saltar las vallas furioso
para sentirse libre de recorrer parajes.
Es donde duele la espina, alma adentro, muy adentro,
y donde la llaga se convierte en hiel
de todos los golpes que le ha dado el tiempo
el corazón ha perdido su sabor a miel.
Y alma adentro, muy adentro, duele la espina,
sangra la llaga y quema la piel.