Aquél momento urge en la memoria
hoy ya distante me incita espanto,
revivo la escena y casi estallo en llanto,
pues fue realidad, no mera historia.
De la mano en el jardín jugamos;
jugábamos siendo yo el jardinero,
mi regalo eran flores sin dinero.
Entre besos y risas nos agasajamos.
Sin embargo la dicha fue perentoria
el jardín terrenal era nuestra gloria,
eternizarla, solo fue de visionario
en todo sentido diluye en distancia,
el tiempo me vuelve sutil fragancia,
en tu ausencia amor, me castiga a diario.
Autor: Alcibíades Noceda Medina