Ya no voy a convocarte en mi silencio.
Retratada en los feroces monumentos de las noches, no estarás.
No estarás entonces muerte a muerte, recorriendo las cosas,
estas mínimas cosas; las de siempre.
Mi palabra no será más tuya, ni será tuya la ausencia.
Ni vendrán tus ojos como siempre a buscarme; a encontrarme.
No. Ya lo sabes, de los amaneceres sin vos me canso.
Me cansan las fuentes que no tengo;
y me cansan tus otros recuerdos que aún me quedan.
Vagará tu sola presencia agitada en enormes y desvalidas noches sin vos.
Y no me atreveré entonces a llamarte; si me respondes siempre, y me acunas,
suave me incubas, en tormentosos nidos de agua.
¿Para qué he de llamarte ya?, si sé que tienes los ojos cansados y tristes,
tristes de vos y de mí; tristes del miedo.
Farolita taciturna. Niña de la sombra.
Te conozco.
Y conocerte más me invita a no desear tu nombre, porque muerde.
Hiere y asfixia, destroza mis dedos y desangra mi vida.
Es por eso que no puedo convocarte en mi silencio.
No.
Evito llamarte, asistirte; me dueles más cuando te marchas que cuando vuelves.
Por eso entrego a tu dolorosa faz, mi muerte.
Muero de vos, amor. Y no te llamo...
Nunca habÃa leeido algo que me calara tan hondo el alma,escribes muy bello,además me identifico mucho con tu poema SIGE ASI!!!!!!!!!!!!!!!!!!