Será en ese momento cuando arrincones la muerte,
en el que los sentimientos envueltos en placeres
te aconsejen seguir herguido en la mar inquieta,
que ahoga la esperanza de tu sostenida inocencia.
Y recordarás, con el manto taciturno de la noche,
los momentos entregados de cautivadores recuerdos
en las arboledas de improvisados pájaros, heridos
por el temple sumiso de tu incesante impaciencia.
A pesar de esos recuerdos fijos e inolvidables,
volverás a sentir la fuerza del latido como antes
sintiendo tu muerte cerca y a la vez distante,
¡no te aflijas!, el dolor será puro e incesante.
Y con pureza el amor recapacita sobre el daño,
entre aristas punzantes clavadas en el costado,
y aún así, será en ese momento cuando sonrias
y cuando arrincones para siempre a la muerte.
De anhelos la vida fluye en acequias sin agua
que llevan al cauce tranquilo de mi esperanza,
regando la sequía de mis lágrimas fecundadas
en tu iris de imagenes fieles y aún recordadas.
Por siempre seguiré el aire de tu fragancia,
por ciudades olvidadas de gentes taciturnas,
demostrando a la pluralidad del yo selecto,
que la vida es rincón de la imaginada muerte.