El comienzo fue una mirada,
rápidamente secundada por la mía,
el hecho de verte allí sentada,
y reconocer la belleza que veía.
Tu elegancia impactaba mi visión,
la cual es pura como el mar,
mi mente sólo poseía una misión,
que culminaría con el privilegio de amar.
Te veía más hermosa que la Luna,
la cual inspira tantos sentimientos,
reconocí que igual que tú no hay ninguna,
la cual me convirtió en animal sediento.
Todo causado por la inocencia de tus ojos,
y por el día de verano de tu figura,
todo causado por esos negros ojos,
y porque eres la mujer que Dios me jura.
EFRAIN TRINIDAD RODRIGUEZ
Morovis, Puerto Rico
PoetaDeDios © Copyright-2002