Alma no delire, por los amores
perdidos, que posee con el viento,
un consuelo que sana, en un suspiro.
Que derrama calma, y luces de vida,
fuego celeste, parece que brilla,
en los corazones adormecidos.
Inspirando el canto de las palomas,
sinfonías melodiosas, al Señor
que bendice el amor, y la alegría.
Cuando la nostalgia viene en el aire,
para que no se pierdan, sus benignas
manos, acogen las almas sufridas.
Una brisa suave en la diestra surge,
del espíritu emerge, cristalina
la esperanza eterna, firme cimiento.
Lupercio de Providencia