Poesía en Arles

Yo te comprendo, Vicent,
mientras trato de observar tu autorretrato,
con la ansiedad depresiva de tu
inteligencia inmortal.
Comprendo el regalo echo carne
en esas noches de silencios inteligentes,
comprendo la sangre derramada
en los lirios de tus pinceles.
Ser impresionista conlleva el desorden del alma,
el arte desnudo de una estancia caótica,
promesas de un ayer que hoy ya se escapa.
Por ello tu alcoba, en Arles,
permanece vacía,
de versiones distintas
y paisajes sobrantes.
Yo te comprendo Vicent,
que sin querer trasformes la línea recta,
en torcidas ángulos que enredan tu arte.
Yo te comprendo amigo,
y entendiendo el ascetismo estricto que adoptaste,
pues las posesiones son todas de la vida,
nada es nuestro, sólo el pensamiento
en la noche estrellada,
en los girasoles de amarillos intensos,
las lilas,
los olivos,
los besos,
las estaciones.
De tu obra inacabada se proyecta
la luz de tu ausencia bohemia,
y aún hay cosecha en Provenza
y en Paris los tejados esperan
que regreses con sabia demencia.