Hoy fui a visitar mi casa
en la viví de niña,
que supo de mis amores
de penas y fantasías.
Y no encontré los fantasmas
que creí aparecerían,
abriendo una y otra puerta
pensé que allí me moría.
Ya no queda nada en ella
ni siquiera los lamentos,
de los que allí vivimos
y que aún no estamos muertos.
Caminé y como nunca
me sentí abandonada,
el techo que me abrigara
está frío, y ya no hay nada,
apagada la cocina,
desteñidas las murallas,
silenciosa la mañana
en que vine a visitarla.
El bello jardín no existe,
todo se marchó con Ella,
se detuvo la fragancia
pues, no está la jardinera.
Ahora, allí reina del pasto,
las plantas como la selva,
van robándole al paisaje
la belleza adonde quiera.
Me detuve en un instante,
oprimiendo el corazón,
buscando en ese silencio
un motivo, una razón;
y no fue tristeza ¡no!
es algo mucho más bueno,
de tener aquí en mi pecho
el orgullo de un recuerdo.