Te vi un día y despúes de un mes,
quedaste impregnada enternamente en mi piel,
el amor llegó y con fuerza apretó,
intensamente mis sentimientos con los tuyos se mezcló.
Viviendo en las hermosas alcobas de tu corazón,
paseo entre las paredes honestas de tu castillo,
alimentando me de tu pureza y pasión,
bebiendo el dulce néctar que proviene de tu amor,
ese el que me refresca y me proporciona alivio.
Veo por la ventana de mi tan agradable habitación,
y presencio un hermoso mar,
hasta donde la vista me permitío visibilizar,
miro con capricho la luna en su hermoso lumbral,
reflejándose en las aguas que refleja tu tierna amistad.
Vagando, fascinado en mi nuevo hogar,
presencio las grietas y los escombros,
que otros residentes le causaron daño a tu corazón,
sin ningún remordimiento en su interior.
Esas promesas de amor se tornaron bolígrafos sin tinta,
que por más que insistas no te servirán,
pues abatida prefieres llorar en la soledad,
donde la confusión se aumenta y hace daño a tu pensar.
Sé que por momentos juraste no volver amar,
para que tu corazón no lo pudiesen de nuevo lastimar,
yo solo quiero aferrarme en tu mano y agarrar rumbo a tu lado,
pero no te prometo el amor real o
si quiera algo especial que pueda a tu corazón despertar.
Mi madre me dijo un día que el amor,
no se trata de dos palabras acostumbradas que sale de nuestra expresión,
que son te amo,
sino que son las acciones repentinas que improvisa nuestro corazón,
hacia esa persona que ilumina nuestro interior,
!Sí¡ a esa persona que un día le juramos para siempre nuestra amistad,
y que nadie jamás nos pudiese separar.