Así, como una pequeña paloma
yo te sostuve entre mis fuertes manos,
tus plumas se pegaron a mi piel
y llenaron mi alma de libertad.
Y nos entrelazamos como el aire
que galopa y levanta torbellinos
de arena, como las enredaderas
con nuestros brazos y con nuestras piernas.
Así, yo sentí la vida tan viva
y mi sangre cual fuego inextinguible,
y todo porque tus dedos de vida
se iban aferrando a mis dedos de agua.
Nos unió la boca y también la lengua,
y boca a boca nos fuimos comiendo
hasta llegar a los huesos del alma.
Así como llamaradas azules
o rojas o blancas, siempre estuvimos
ardiendo, noche y día,
mudando la piel como las serpientes,
a la luz de la luna o a la luz de las velas;
así, flor, pequeña y fresca, te tuve,
deshojando tu cuerpo glorioso,
haciendo memoria, haciendo el amor,
construyendo un espacio vacío,
llenándolo de cuerpo y alma
con el corazón.
Así, mía, pequeña, amor, fui tuyo,
nada te detuvo, nada,
todo tenía sentido.
Así dejaste de pertenecerte.
Así yo fui otro, nunca más el mismo.
Por amor,
nada nos detuvo,
todo tenía sentido.