Por esa sencilla costumbre.

Por esa sencilla costumbre de no entender sus devaneos
sus solas inquietudes en mi alma insolvente
pagué los intereses de soluciones que aún veo
sumergidas en otros laberintos insurgentes.
Por esa sencilla costumbre de haberla amado en suficiencia
resigné a los amigos, a mis calles y a mi gente
de tal forma que hoy merezco estar en sus ausencias
sentado a la vera de un camino incipiente.
Por esa sencilla costumbre de abrazar sus ideales
y sus vanas obsecuencias de mujer atormentada
estoy pagando el precio de todos sus males
en cada copa de alcohol que me recuerda a su mirada.