Guardas la quietud del silencio,
ese aroma prolongado entre las palabras;
guardas los fragmentos de cada miedo
con la suficiente huida de la arena.
No hay tiempo, ese mal escrito en los labios secos.
No hay piel exacta, no hay sol,
no hay lamentos, no hay huidas,
no hay mañana, no hay oscuridad y noche ciega
entre las calles.
No hay sonidos, no hay delator,
no hay asesinos, no hay caos,
no hay amor, deseo.
No hay gritos, ni hay miel
no hay sangre, no hay nadie.
Un instinto desangrándose dentro de los orificios cosidos.
Quédate quieta y conserva la calma,
aliméntame de noche y desesperanza,
rasga la vida estelar de mis venas,
desángrame lo suficiente para el olvido.
Aún estoy vivo.
agobiabe de eso que llaman amor y que filtra las rejas quietas de los condenados,
sepúltame en la caída brutal del último suspiro
el instante exacto en que dices:
No hay más.