Jacaranda tiene un sueño
guardado dentro del alma:
llegar a casarse un día
con un hombre que la quiera
a pesar de su pasado.
Tener un hogar, con hijos
que no nazcan del pecado.
Sueña con hallar un hombre
que la tolere y la entienda,
un hombre que la comprenda
y que le brinde su cariño,
su apoyo y su protección;
un hombre que no la ofenda
ni le pague con traición.
El problema es que, en su mundo,
está prohibido soñar,
ella vive en el inmundo
círculo del lupanar,
en un ambiente de vicio
y abyecta prostitución;
Jacaranda está en el quicio
que lleva a la perdición.
Su vida es un mismo infierno
mes tras mes, día tras día,
no conoce el trato tierno,
su vida es triste, sombría;
vendiéndose por dinero,
sin escuchar un "te quiero"
que la llene de alegría.
Conoce el aspecto crudo
de la actividad sexual
y recibe el trato rudo
y, a veces, hasta bestial
de aquellos que, por pagarle,
se gozan en humillarle
con su apetito carnal.
Jacaranda aún es joven
y hasta pudiera decirse
que conserva su belleza
(aunque no su lozanía).
En una vida como esa,
ya comienza a consumirse
en una cruel melancolía.-
Eduardo Ritter Bonilla.