La luz tenue del cenit descolgaba,
El silencio de aquel atardecer maravilloso
El viento agradable en el horizonte jugueteaba,
Cual chiquillo inocente y amoroso.
En la cúspide del viejo cañón,
Un rastro de polvo ennegrecido
No resiste la espuma y el jabón,
Ni tantos años en el rincón escondido.
Es el cenit de mi infancia,
La refulgente estrella en el ocaso
Titilar se mira a la distancia,
Una idea, un sueño que se hizo pedazo.
En el tiempo descolgado ha quedado,
Del trinar un dejo y un lamento
De aquel chiquillo que suspiraba enamorado,
En aquella tarde y en aquel mágico momento.
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ÁNGEL R. ANAYA PUERTA