La tarde duerme en el regazo de mi sufrimiento,
tengo manantial de soledad que me inunda en llanto,
desde que apartaste tu sonrisa de mis pasos
siento que se ausenta mi vida de tus brazos.
Aprieto lo puños bebiendo los tragos amargos.
Mi mirada es flecha, que aun te busca sin embargo.
Detrás de tu fragancia me extravío como en el bosque,
me muero en ingenuo suspiro por más que te busque.
Desde tu cruel abandono ya nadie me cuida,
la muerte en persona, ya se enamora de mi vida.
Las palabras de tus manos santas ya no siento,
sin embargos mis dedos buscan tu cuerpo por instinto.
En que sendero puedo hallar tu rastro rubia margarita,
el deambular incesante al enfermo corazón marchita.
La flecha de tus ojos deseo que me trapace nuevamente
cuando me amabas eras sueño cumplido en mi mente.
No los reproches la locura de este amor cautivo
tus labios son látigos que de ti me hace esclavo.
Te amé mujer, ciertamente más de lo que pude,
pero luciérnagas de esperanza aun en mí acude.
Tú eres mi vida, pero ya haces nada por ella,
estás en el maldito silencio, que el tiempo calla.
¿En qué ceniza de sosiego acallas mi vacío en la nada?
Mi alma no siente miedo de sentirte cerca mi bien amada.
Autor: Alcibíades Noceda Medina