Reflejos moribundos de la tarde,
formaban un crepùsculo doliente;
al rededor del fèretro de mi padre,
fenecido, como por un rayo invisible.
Sus manos fuertes y pàlidas,
descansaban sobre su varonil pecho,
inmòvil, fuerte como un guerrero,
a quien el sueño acaba de vencer.
Acostado en cofre oscuro, mortecino,
parecìa observar el titilar de las estrellas;
la tristeza de la tarde se reflejaba en sus pupilas,
extrañamente dilatadas, en sus penetrantes ojos.
A lo lejos se percibìan rumores extraños,
mientras las flores embalsamaban el ambiente;
con un vapor extraño, y un perfume màgico,
como un pòstumo homenaje a aquel guerrero.
Matìas Carvajal Villamizar, dilecto padre:
fuiste mi guìa y mi luz, a tu manera;
al igual que las flores, me inclino para saludarte,
y expresarte mi amor, y dolor por tu partida.