Dentro de mi corazón.
Mi corazón era una roca impenetrable, ni de soslayo dejaba entrar a los que inmunes, casi desapercibidos querían invadir el Reino de mis fracasos para encender la llama de la euforia en la caricia.
Nadie pudo escudriñar el sentimiento muerto que ahogaba a mi corazón mudo, herido, insensible para hacerlo sentir nuevamente.
Nadie, porque no habías llegado tu con el cincel, para dar molde esculpiendo con paciencia, con destreza, con tu señoría, con el liderazgo de tu palabra sincera, amorosa, para en el final del arduo trabajo; con buril en mano, supieses grabar sobre sus latidos, ahora recién nacidos, la palabra: Amor.
Fuiste tú el que entraste, el que habitas dentro de mi corazón para quedarte por siempre. Amén.