Ayer me hacia el desentendido
mientras contigo conversaba
y como el invierno pasado pesqué un resfrío,
te pesqué una mirada;
me hice el que no la vi, me hice el que no te-
miraba;
seguiamos hablando y de rato en rato-
deliberadamente giraba mi rostro hacia otro lado,
y te cogí, como hoy la tinta para contarlo-
otra mirada.
Adrede mi rostro giraba
para que al volver con disimulo a tu rostro mis-
pupilas
hallara las tuyas encendidas,
las hallaba encendidas tanto como las mias,
y las sorprendía mirando de mi rostro el ir y-
volver
y cada vez que mi rostro volvía, por las mias se-
paseaban tus pupilas
se paseaban por mis labios, mis pómulos y tez,
se paseaban por mi frente también.
No se si tan rápido aprendiste
o quizá fué también tan tuyo lo que hiciste,
pues largaste al rincón más lejano tu mirada
y al volver encontraste la mia encantada,
encantada con tu piel,
con tus ojos
y tus labios de miel.
Y tu rostro al volver
ya no quize mirarte con los ojos,
más quize mirarte con mis labios
y pasearlos por tu piel,
por tus ojos
y por tus labios de miel.