Ya la quiero, es una mujer sencilla,
sus palabras son dulces caramelos,
ella se ríe hasta de mis chistes malos.
La gana de vivir en sus ojos brilla.
Esta mujer Dios quiera que me quiera,
su tierna mirada refresca mi alma,
en su compañía es total la calma.
Alegra cada momento a su manera.
Acerco a mi cuerpo de su talle,
mientras se recuesta sobre mi hombro,
a mis deseos responde con asombro,
y con qué esmero cuida los detalles.
Su deseo de caminar conmigo conmueve,
dulcemente sonríe cuando yo la miro.
Hay tantas cosas que en ella admiro,
En mí, es agua a la tierra cuando llueve.
Autor: Alcibíades Noceda Medina