Buenos aires se pierde detrás de la neblina,
ahumada está la urbe,
y un cúmulo de gente autómata camina
sin nada que los turbe,
pisando las baldosas que son tan conocidas.
Pasando por los bares y por las librerías
se sientes los aromas,
se saborean rimas,
se escucha algún tango
que nos sacude el alma
en una disquería.
Vocea un canillita,
mientras un pobre pibe,
tirado en un zaguán
sus huesos los tirita.
Y pasan los tacheros,
los automovilistas,
pasan los agoreros
también los optimistas,
y en esta jungla urbana
ya todos van de prisa,
se acaba la jornada,
el día se termina..