Tus oídos presienten a mi esencia,
y atentos oyen mis cantos.
Cuando cierras tus ojos,
tu mirada rulitante me envuelve,
y puedo ver detrás del horizonte.
Tu corazón no para de pensar,
en entregar el amor siempre fiel.
Tus labios expresan benignas palabras,
que provienen de tu espíritu de bondad,
y toda la paz la brinda tu paciencia.
El silencio te da la mansedumbre,
y cultiva tu templanza infinita.
Tu percibes el aroma de las violetas,
cuando en primavera renace la alegría,
y todo el gozo se refleja en tu sonrisa.
Tus manos acarician a mi alma,
y llenan mi vida de esperanza.
Lupercio de Providencia