Querida Sandra

Querida Sandra, 

La noche es larga y triste,
te escribo desde el sueño,
mientras el dormir olvida al olvido,
las lágrimas buscan su curso. 

Jugamos a ser humanos,
pienso tanto en ti,
que al dormir, mi querida Sandra,
la suma de infinito en el espacio.

La mañana dejó el gris,
la mañana pertenece al marfil,
y tus ojos comparten
pecados prohibidos.

En cada susurro de la brisa,
te encuentro en el eco de mis pensamientos,
y en la penumbra de este instante,
nuestros secretos son eternos.

Así, entre sombras y destellos,
te guardo en el rincón del alma,
donde el tiempo se detiene
y el amor nunca se apaga.

Sigue iluminando mis noches,
como faro en la tormenta,
pues en cada lágrima que brota,
hay un suspiro que te espera.

Y en la tormenta, querida Sandra,
el vacío sin eco
es como un río de saladas lágrimas
que cursan poemas entre las ondas,
chocan contra las piedras,
mientras la noche fría
disfraza el juego de ser humanos.

Las sombras danzan al compás del viento,
y la luna, testigo silente,
se asoma entre nubes de susurros,
como un faro que guía los lamentos.

Cada lágrima, querida Sandra,
es un verso perdido,
cada suspiro, una historia que arde,
y en el vaivén de la corriente,
se entrelazan los sueños que el alma comparte.

Así, en la tormenta,
te busco entre los relámpagos,
donde la esperanza brilla
y el amor se hace faro.

Eres el refugio en mi desvelo,
la calma en medio del caos,
y aunque el frío abrace mi ser,
tu recuerdo me abraza,
como un abrigo de paz.

Y ahora, cuando despierte,
en las horas donde el silencio es capaz de susurrar,
y el pensamiento hace amagos,
ahora, cuando despierte, querida Sandra,
estaré más cerca de tus abrazos.

Se alejará la tormenta,
dejando atrás las nubes grises,
y en el resplandor de la mañana,
tu risa será mi guía,
como un sol que se asoma entre las sombras.

Los ecos de la noche se desvanecerán,
y en su lugar, florecerán los sueños,
cada uno un pétalo de esperanza
que se alza en el aire fresco,
tejiendo un nuevo horizonte.

Prometo encontrar en cada rincón
los destellos de tu esencia,
pues en cada latido,
en cada susurro del viento,
te llevaré conmigo,
como un faro eterno en mi pecho.

Así, cuando despierte,
y el día abrace la tierra,
sabré que la tormenta ha pasado,
y que el amor,
mi querida Sandra,
siempre será el refugio donde regreso.