En un día claro y caluroso
paseábamos por una vereda,
el camino era muy angosto
y se terminaba la primavera.-
Éramos unos adolescentes,
aventureros e inocentes,
desde lo alto se divisaba
el transcurrir de un río,
una pendiente nos separaba
y una gran idea nos vino.-
El que llegase a la orilla primero
se le concedería su más gran deseo,
por la ladera, rápidos nos deslizamos,
como locos, cuesta abajo corríamos,
los árboles y las matas sorteamos
ya que ganar la apuesta queríamos.-
Faltaba poco para la llegada
cuando tropecé y me caí,
con la pierna lastimada
imposible el poder seguir,
ella al río llegó primero
y al fin, la apuesta ganó,
dijo: "Este es mi gran deseo"
y sonriente mis labios besó.-
(Enero 2013 - JOMCI)