Cada vez que imagino la soledad,
me viene a la mente tu rostro,
mi querido amigo,
sentado en la soledad de tu espacio,
con tus años ya a al espalda,
rodeado de libros que nunca lees,
con tus ojos perdidos en recuerdos extraños,
que mas bien parecen sueños,
que hechos de vida real.
Escogiste tu libertad,
rechazaste el amor por miedo,
acabaste en esa soledad,
dejaste pasar la vida,
la dejaste encerrada en ese espejo de cristal,
del que nunca saliste,
tan solo a pasear.
Lo noto en tu mirada,
cuándo nos ponemos a charlar,
indago un poco en tu alma,
y me hablas de sueños,
de cosas sin realizar,
de una vida que nunca viviste,
y asoman a tus ojos,
esas pequeñas lágrimas,
como de paisaje de mar,
con esa sensación que dejas,
triste, sola,
de hombre que nunca quiso andar.
Te llevaré unos poemas,
sé que te gusta conversar,
te leeré versos sobre el amor,
sobre los sueños,
que hablan de la brisa,
enamorada del mar,
y me sonreirás,
con esa sonrisa tuya,
amarga,
con sabor a tiempo perdido,
con la imagen de tu triste soledad.
Pero en el fondo,
cuándo termino de conversar,
de vuelta a casa,
paseando y pensando en ti,
mi querido amigo,
me digo que ahí donde estás,
es donde ningún ser humano,
debe llegar.