Musa de mis versos, mujer majestuosa,
compendio de todo lo bello e inmortal,
desvía tu mirada digna de una diosa
y, con ella, ilumina mi fiel corazón
que ya sólo late por tu faz hermosa
y, ante tu presencia, gentil, sin igual,
se postra y se rinde con mirada ansiosa,
movido tan sólo por mi adoración.
En vano se esfuerza mi verbo al pensarte,
tu estás por encima de mi descripción
y es un sacrilegio tan sólo el nombrarte,
ante lo completo de tu perfección.
Desespera mi alma de, algún día, acanzarte
¡divino motivo de mi inspiración!
pero yo no vivo si no es para amarte
y, callado, brindarte mi veneración.-