La mata de mango fue testigo en la tarde
en la que por sus labios pasaron caricias y besos,
por la espalda con suavidad su cuello muerde,
rogando contener la emoción con su rezos.
Dejó llevar suave como pluma por el viento,
al subir y bajar cada latido con sentimiento,
en tanto, las sombras caían en el aposento,
mudo y silencioso veía gran acontecimiento:
Sus miradas cruzaron y descubrieron cuerpos
desbordando el deseo de pasión y lujuria,
su amor estaba libre de de cadenas y cepos,
de amargos sinsabores, de amor y de rabia,
lo único valido eran esos bellos momentos
que un solo cuerpo forma y todo es gloria.
jonaca51
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oct. 15/09