Rebelión de las Raíces

Rompo el árbol genealógico que me clavaron en la nuca,
sus ramas eran jaulas disfrazadas de abrazos.
Me quito la máscara de hijo que no sangraba,
la arrojo al río donde se ahogan los tal vez.

En el espejo de la cena familiar, mi rostro
era un campo de batalla entre el debes y mi pulso.
Cada promesa rota —mi medalla de guerra—
hoy cuelga del cuello de mis sueños auténticos.

Aplasté los cimientos del linaje como vidrio,
de sus escombros nació mi primera piel verdadera.
Padre, tu reloj de oro marcaba horas prestadas:
yo nací para ser eclipse, no segundero sumiso.

Madre, tus recetas de felicidad fermentaron
en el sótano donde guardo mis versos venenosos.
Teji mi nombre con hilos robados al crepúsculo,
lejano al apellido que tallaron en mi lápida.

No heredaré tus miedos convertidos en herencia,
ni besaré los pies del dios que me asignaron.
Mi sangre es tinta corrigiendo testamentos viejos,
mi alma, un huracán que borra mapas ajenos.

Si regreso, será con cicatrices de aurora,
los hombros cargados de mundos que no me concibieron.
Diré: "Aquí traigo todo lo que nunca sembraron",
y mi risa hará temblar los retratos en el pasillo.

Renazco desde el centro de lo que quisieron quemar,
desenterrando el niño que enterraron bajo el deber.
Ahora camino con raíces que rompen los cimientos,
soy el hereje, el jardinero, el arquitecto de mi féretro.