Día de Santiago del Año cuarenta.
Tenía doce años y caía enfermo.
El Niño que era, ya nunca en mi vida
Volvería a serlo.
De él sólo me quedan amargos recuerdos,
Como los que deja todo Paraíso
Cuando se ha perdido
Y fue un día nuestro.
De entre mis Amigos, era yo el más fuerte.
Siempre que jugábamos
Yo ganaba siempre.
No tenía envidia, pero envidia daba.
¡Qué bella que era para mi una Vida
Que tanto me daba!
Pero Dios no quiso que tanta ventura
Más tiempo durara.
Y aquel día el Mundo quedó reducido
A las dimensiones de una estrecha cama,
Donde el sufrimiento
Puso su Morada.
Donde el sufrimiento,
Mató a la Esperanza.
Ya envidia no daba.
Sólo daba lástima.
Quién corría tanto
Se paró muy pronto.
Quién tanto corría
Ya sólo era un Cojo.
Pasados los años, el camino andado
Hoy vuelvo a mirar,
Con la lejanía que ponen los años
Y nos da la edad.
Si andar no podía, ¿cómo es que he llegado
Donde estoy, a estar?
Por camino oculto,
Dios me devolvía lo que me quitaba.
Sufrí mucho, os juro. Pero ya no sufro.
Dios, poquito a poco
El Milagro hacía
De que se volvieran mis penas en Gozo.
Me miraba el Alma.
Me olvidé del Cuerpo.
Vi que lo que vale
Lo llevamos dentro.
Y vi mis Virtudes,
Sin ver mis defectos.
Pasados los años,
Llegado ya a Viejo,
Miro desde lejos
Lo que me ha pasado.
Gozoso lo acepto y no me rebelo.
Cuando caí enfermo
Dios me hizo un Regalo.
No supe apreciarlo.
Hoy me sabe a Premio
Con Dolor ganado.
¡Dios sea Bendito!
¡Dios sea Alabado!
Lo que tuve un día por un gran Castigo,
Hoy veo que tiene
Valor infinito:
De Dios, más que nunca,
Me siento querido.
Pena, ayer, me daba.
¡En cuánto, hoy, me estimo
Mirando a un Mañana
Que ya está viniendo,
Que doy por venido!.
Puede que Dios haga
Que sea la Envidia
De los que envidiaba.
Y pues me lo creo,
Potente y sonoro,
Cual si fuera un Grito
Que al Cielo clamara,
De mi Alma se escapa
Un ¡Dios sea Bendito!.