No servía para el estudio,
nunca se logró adaptar,
ya desde la secundaria
pasaba más tiempo en la calle
que en cualquier otro lugar.
Muy bueno para los golpes,
nadie le podía ganar:
ancho de hombros, corpulento,
para el estudio era lento,
pero en el patio, era un tigre;
era sádico y violento
y le gustaba lastimar.
Yo era flaquito y friolento
y nunca me agradó pelear,
así que me hice su amigo
y nadie se metía conmigo:
le tenían miedo a Damián.
Hicimos una "simbiosis"
por estricta conveniencia:
yo lo ayudaba en la escuela,
con infinita paciencia
y, a cambio, con su presencia
él me daba seguridad.
Lástima que, desde joven,
ya pintaba para "malo",
con esa cabeza enorme,
como "pegada" a los hombros;
en vez de manos, dos "marros",
la cara llena de barros
y con su expresión "de palo",
era obscuro su mirar.
Le decían "el mastodonte"
por su cuerpo y su estatura,
y ya tenía la figura
de un oso, de los del monte,
con su apariencia tan dura.
Siempre andaba con navaja
y un "boxer" en el bolsillo;
desde chico ya era un pillo:
se peleaba con cuchillo
y tenía siempre la ventaja.
Un día "se nos esfumó"
para siempre de la escuela.
Sólo yo lo fui a buscar
a la casa de su abuela,
pero él ya no vivía ahí.
La viejita, desconfiada,
con recelo en la mirada
y tras una puerta entreabierta,
sin invitarme a pasar
se negó a darme respuesta;
se veía muy asustada,
como si alguien la tuviera
seriamente amenazada.
Años después lo encontré
de una forma inesperada:
caminando por la acera,
"alguien" llegó po la espalda
y me levantó del suelo
como pluma en pleno vuelo,
soltando una carcajada.
A mí me dio gusto verlo,
de traje (ya muy usado)
y con su vozarrón de siempre.
También le dio gusto verme
y me invitó unas "enchiladas"
en una fonda de enfrente.
Hablamos de viejos tiempos,
de los años de la escuela;
nunca volvió con su abuela,
tomó otro rumbo en la vida.
De pronto, guardó silencio,
con la mirada perdida.
Se despidió de repente
y me "exprimió" con un abrazo.
Más tarde, el mes de Septiembre,
me enteré por las noticias
que había muerto de un balazo:
pertenecía a una pandilla,
se enfrentó a la policía
en el transcurso de un asalto.
Se humedeció mi mejilla,
el sol llegaba a su ocaso.-