Río Ucayali

Ante mis ojos el río Ucayali,
serpiente líquida de alma silvestre,
susurra historias que el viento no calle
bajo el dosel de un cielo celeste.

Sus aguas cantan leyendas dormidas
en lenguas que el monte aún guarda en su vientre,
y al rozar piedras de vidas perdidas
despiertan mitos que el tiempo no miente.

La selva escucha, respira y responde
al ritmo hondo de su corazón,
mientras el río, que todo lo esconde,
da a cada rama una bendición.

Gigantes ceibos lo miran de frente,
como ancianos sabios de piel rugosa,
y las lianas bajan, dulces y urgentes,
como versos verdes en prosa hermosa.

Sus cauces anidan mil mariposas,
dardos brillantes de sol matutino,
y el delfín rosa, entre risas jocosas,
se escapa a tiempo de su propio destino.

Ucayali guía canoas sin ruido,
donde el pescador murmura en la bruma
una plegaria al dios nunca vencido,
hecha de humo, de tabaco y espuma.

Allá en sus orillas crecen los sueños
de niños que lanzan risas al agua,
y entre tambores y cuentos pequeños
se enciende el fuego que el alma desagua.

Mujer Asháninka, canto en tu rostro,
tejido en colores, el río reflejas,
y el hombre shipibo, guardián de agosto,
sabe los mapas que el alma maneja.

Ante mis ojos, río milenario,
espíritu vivo de la Amazonía,
cruzas el tiempo con paso necesario
como si el mundo en tu pulso latía.