Cuántas cosas perdidas que no se perdieron nunca; todas, todas las tenías guardadas tú en el fondo de ti misma; quedaban ocultas dentro del alma tuya: en total oscuridad (cuando yo por perdidas las daba). Y por perdidas las ansias que yo quise retener en el sueño mío, clavándolas con anhelos aprendidos y sujetándolas entre los brazos punzantes procurando revertir el tiempo con la dicha inmensa del querer, quererte de más, sumando a tus ideas las mías y a mis besos tus besos, una y otra vez, sin parar, hasta perecer…perecer los dos. Todo por perdido daba yo. Todo. Y de pronto llegaste tú del más allá, te oí en silencio cuando llegabas, llegaste sin esperarte ya; llegaste con el débil rumor de la brisa, una tarde, y sin yo notarlo. Y llegaste vestida de joven paciencia, coronada de azucenas, simple y dócil, llegaste tú: mujer. Cuántas cosas perdidas que no se perdieron nunca; todo por perdido daba yo, todo…. Y llegaste.