Iba bien decidido, a galope forzado,
su coraje le daba una imagen temible.
Para él ser cristiano era cosa punible,
lo ponía furioso, como desencajado.
Era un líder, es cierto. Quien lo viera diría
que vencerlo era casi una hazaña imposible,
porque así parecía: adalid invencible;
sin embargo su imagen engañaba, mentía...
pues no obstante su espada, su armadura, su casco
y su gesto agresivo, sumamente violento,
era pura apariencia, un auténtico fiasco.
Así pasa a quien hace del Amor su alimento.
Fue por eso que un día, de camino a Damasco,
cayó inerme en los brazos de Jesús, al momento.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC