Allí pasabamos el rato,
adolescentes sin preocupaciones
tirados en un banco,
matando el tiempo fumando,
o con algún litro de cerveza,
insensibles a las miradas reprochadoras,
vagos para el estudio,
pero buenos chicos.
Todavía no nos queda lejos aquello,
pero crecer hace que todo sea distinto.
Hoy alguno ya es padre,
y otro par van de camino,
alguno retomó los estudios,
otros trabajan o están en paro,
otros se compraron un piso,
o viven de alquiler,
algunos siguen o seguimos como siempre.
Con las chicas era distinto a lo de ahora,
más inocente,
más tímido,
más tonto,
con ganas de descubrir nuevos placeres,
en poco más se podía pensar.
No hemos sido modelos de conducta
¿Quién querría serlo?
No fuimos malos,
no lo somos,
aquello tenía encanto,
creo que he envejecido rápido.
El punto de encuentro común
es ocupado ahora por otros críos,
eso está bien,
todo tiene relevo,
hay que dejar que otros descubran lo crudo,
pero todo a su preciso momento,
hay que dejarlos crecer con confianza,
que ellos aprendan las lecciones
que tú ya conoces,
no todo tiene que seguir el mismo esquema.
El anciano sabe,
el adulto cree saber,
los jóvenes intentamos saber,
los adolescentes ni saben ni les interesa,
aquello tenía algunas ventajas.
Siempre se piensa en lo viejo con nostalgia,
pero si te digo la verdad,
yo no estoy mal
aquí en el sofá
una tarde cualquiera de febrero
recordando lo que fuimos
sabiendo que ha contribuido
abundantemente
en lo que soy,
al final toda pieza encaja en su sitio.