Sacro amor, navegante del éter
Acechando en lo oculto,
molido en la piedra del tiempo.
Raíz que penetra, estrella que palpita
ampliando fronteras, descorriendo pliegues
donde su voz se escucha
entre las plumas infatigables de los vientos.
Espada del querube que no ceja en su empeño.
Nube sonora, ombligo dondel el mejor vino
reposa. De lejano cercano, en su liviandad
nos abisma.
Caracol que atiende los rumores de la casa.
Allí en húmedo regazo, en solenciosa algazara,
prepara los retoños, danza entre sueños.
II
Muy cerca a mi ventana
bulle un nido, se agita una esperanza
una sonrisa yace intacta, como una palma abierta,
como un río que sobrevive
a la gran ciudad.