Me desperté levitando del lago
de un turbio sueño
y silenciosas lágrimas brotaron
raudas de mis ojos yertos,
como tiernas hojas que al alba
son cubiertas de rocío fresco.
Oh, destino, que me has entregado
a tus caprichos azarosos,
dime, ¿por qué obras porfioso?,
¿por qué agravas mi existencia
con tu acometer alevoso?,
¿por qué no dejas, en fin,
que todo fluya por cauces dichosos?.
¿Por qué?.Acaso yo lo intuí;
eres cruel por naturaleza
y vilipendias con vileza
al hombre más fútil.
Lejos iré; me iré lejos,
donde el viento rezume ensueño
y tibio frescor de verdad,
donde el tiempo se congele
en pétrea eternidad
y la gente viva en potestad
de su propio espíritu
por siempre jamás,
donde reír no esté de más,
donde en el etéreo viento
poderme mezclar
y entre palomas blancas
volar en libertad,
dejándome transportar
a ese limbo de ánimas;
un perdido mundo
que imagino olvidado y yermo
de frío odio y de triste ruego.