Están jugando al póquer,
dos mesas llenas,
poco dinero en juego,
todos deseando aumentar el tamaño
de sus torres de fichas,
una competición en la que
realmente
nadie pierde y nadie vence,
no estamos en Las Vegas,
ni en una partida de ricos derrochadores,
se trata de hombres pobres fumando,
también chavales,
algunos que ni conozco,
charlando de nada concreto,
dejando algo en manos del azar.
El sitio es horrible,
sin ventanas,
sin pintura,
sin ninguna decoración,
con sillas y mesas
que parecen haber sobrevivido
a la segunda guerra mundial,
quizás el cabrón de Hitler
sentara su asqueroso culo nazi
en una de estas.
Yo estaba esta tarde allí,
sin jugar,
como otros observadores,
contribuyendo al humo del ambiente,
a la charla,
con extraños y desconocidos
a mi alrededor,
levantando el botellín de cuando en cuando
y viendo aquella maldita luz blanca
artificial
sobre mi cabeza.
Fuera estaba el sol
haciendo que todo sea posible.
Tengo la sensación
de haber estado
en el sitio equivocado.